La semana pasada le leí a Verónica un fragmento de la última entrega de la newsletter ‘Suma positiva’ de Samuel Gil. En ella, el autor, empujado por sus lectores comentaba su estrategia de gestión del conocimiento mediante el uso de la herramienta Roam. Sin entrar en los detalles de su sistema –que lo podéis consultar en los enlaces– lo que comentábamos era la amplísima variedad de herramientas, metodologías y servicios para trabajar ‘mejor’ o más ‘fácil’. A lo que Verónica lanzaba dos interesantes preguntas: uno, ¿cómo se las arreglaban antes para conseguir grandes logros sin estas herramientas? y dos, ¿cuánta pasta hay que dejarse al mes en productos y servicios para ser más productivo?
Volver a los básicos
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La semana pasada le leí a Verónica un fragmento de la última entrega de la newsletter ‘Suma positiva’ de Samuel Gil. En ella, el autor, empujado por sus lectores comentaba su estrategia de gestión del conocimiento mediante el uso de la herramienta Roam. Sin entrar en los detalles de su sistema –que lo podéis consultar en los enlaces– lo que comentábamos era la amplísima variedad de herramientas, metodologías y servicios para trabajar ‘mejor’ o más ‘fácil’. A lo que Verónica lanzaba dos interesantes preguntas: uno, ¿cómo se las arreglaban antes para conseguir grandes logros sin estas herramientas? y dos, ¿cuánta pasta hay que dejarse al mes en productos y servicios para ser más productivo?