Para qué leer un libro
Es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte.
—Nuccio Odine
No seré yo quien desde estas líneas banque a los utilitaristas adalides de la productividad. Aquí se promueve el dolce far niente. Creo y practico la procrastinación. Guarda en sus misterios mucha verdad. Taleb la explica como filtro natural en Antifrágil. Tenemos que escuchar el mensaje que nos envía. Si no tienes fuerza para hacer algo, no lo hagas. No me recuerdes lo de los extremos, lo sé. Nada en exceso es bueno.
Volvamos a la pregunta: ¿para qué leer un libro? La respuesta corta es porqué sí. Para qué darle más vueltas. La lectura expande nuestro mundo, nos acerca ideas, reta nuestro punto de vista sobre un tema, nos ayudan a pensar fuera de nuestro marco de referencia, nos permite vivir las vidas de otras personas o nos conecta con mundos inexistentes.
No sé a ti, pero a mi tan solo uno de estos beneficios me sirve como excusa para aislarme del ruido y centrarme en la señal. Me vuelvo a mis lecturas.
El viernes al mediodía, todavía quedaban 3 plazas en el Club de lectura que organizo en el Instituto Tramontana. Empieza el próximo mes de abril. Doce personas, siete libros, un espacio acogedor y vino. Solo te puedo decir: apúntate. Si lo piensas demasiado, lo mismo, te quedas sin plaza. No volveremos a abrir las inscripciones hasta diciembre.
Fotografía: George Milton