Entender el arte
Valoramos más lo que entendemos. Nuestro cerebro nos ayuda a formar parte del grupo. Somos animales sociales. Estas premisas moldean también nuestros gustos. Es más sencillo que valoremos una creación centenaria o incluso milenaria si la confrontamos con cualquier obra surgida en los últimos veinte años. La exposición y la presión social condicionan lo que aceptamos y lo que nos gusta. El cerebro descarta rápidamente lo que cree que no le sirve. Es el mismo mecanismo milenario que nos salvaba la vida ante un león en la sabana.
Entender el arte supone estar abierto a otras formas de expresión, a otros lenguajes, a otras narrativas. No todo lo nuevo es bueno. Aunque todo lo bueno requiere de esfuerzo. En el placer, como en el trabajo lo que se abre camino es fruto de la dedicación y el compromiso. Aunque no solo de esto. La suerte también es un factor decisivo. Aunque solo con suerte, no alcanzaremos las mismas metas. La exposición a la suerte será nula si no estamos haciendo nada.
Si es algo nuevo, por favor, que me lo expliquen. Éste es un punto clave, nos plantea el dilema de cómo entendemos el arte cuando no tenemos acceso a la persona que lo ha creado. No siempre vamos a poder acceder a las artistas. Y además, nos impediría entender la obra en caso de que la artista desaparezca o no podamos acceder a sus explicaciones. Por otro lado, tenemos que sumar a la discusión el asunto de la falacia intencional. Ésta propone que la explicación de la persona creadora, no es la única válida para dar significado a la obra. Tu explicación es tan válida como la de la artista.
Menudo lío, ¿no? Apertura de mente, esfuerzo y dedicación. Como decía Charles Eames: tómate tu placer en serio.
📽 Entendiendo la transformación de ROSALÍA